Los cuestionamientos frente a la importancia de las emociones en el desarrollo de los niños y niñas pueden ser muchos: quién determina su personalidad, qué define su actuar frente a cualquier situación o en qué medida influyen las emociones básicas en su crecimiento.
Para resolverlas, nos dimos a la tarea de escribir sobre un tema que ciertamente es poco explorado y que creemos firmemente en que no debería serlo.
Nos referimos a la gestión de las emociones en los primeros años de vida de los niños y niñas y cómo a partir del reconocimiento de ellas lograrán afrontar satisfactoriamente los retos que surjan durante su transitar por la adolescencia y la adultez.
Pues bien, la vida de nuestras niñas y niños están llenas de esas emociones, sueños y desafíos, y en ese proceso de autorreconocimiento ellos también necesitan detectar sus miedos, despertar su confianza, sus habilidades para afrontar su sentir y tener las herramientas para poder hacerlo.
Las emociones se perciben como algo que llegan de golpe. Son las que marcan la pauta en nuestro accionar en cualquier etapa de vida, y por qué no decirlo, son las que nos brindan las herramientas perfectas para hacer frente a todo tipo de situaciones.
Entonces ¿cuál es la verdadera importancia de las emociones básicas de las que hemos hablado?
Cuando nos referimos a nuestras primeras emociones, estamos señalando una función adaptativa, que integra la conducta a partir de momentos motivacionales, y en ello, nuestro programa KIWI, basado en la investigación de Robert Plutchik sobre el origen de las emociones que todos tenemos desde el nacimiento, ha logrado impactar positivamente a los niños y niñas que han vivido de cerca está experiencia innovadora.
Con Kiwi buscamos, entre otras cosas, que:
- Nuestras niñas y niños tengan éxito en su vida educativa.
- Logren desempeñarse de la mejor manera en sus ocupaciones cuando sean adultos.
- E indiscutiblemente, que disfruten de relaciones significativas con los demás.
Este contexto, nos llevó a asociar cada emoción con un pajarito (Kiwi), para que estos tres pilares sean realizables y medibles y aquí te las compartimos:
- Sorpresa (Kiwi Azul): Buscamos focalizar la atención en lo imprevisto.
- Tristeza (Kiwi Gris): Lo asociamos a la reintegración personal, la reflexión y la reconciliación.
- Miedo (Kiwi verde): en este momento de las emociones, logramos el afrontamiento o la protección ante el peligro en nuestras niñas y niños.
- Enfado (Kiwi Rojo): es la respuesta a una ofensa.
- Desagrado (Kiwi Morado): esta emoción se asocia al rechazo, y de una voluntad cruda y deliberada de evitación.
- Anticipación (Kiwi Naranja): está asociada a la exploración y el interés.
- Alegría (Kiwi Amarillo): es una emoción “positiva”, que se expresa como un estado de bienestar y serenidad.
- Confianza (Kiwi Fucsia): la definimos con una emoción esencial, la cual implica la creencia de actuar sin peligro de perjuicio o daño.
Nuestro programa va mucho más allá del manejo de las emociones. No tratamos de que los niños y niñas busquen formas distintas a lo que son, sino que siendo ellos mismos, se relacionen asertivamente con su entorno.
Con Kiwi ellos aprenderán a aceptar sus emociones y sus estados de ánimo como una expresión normal de sus sentimientos a través de ejercicios y actividades con las que reconocerán, nombrarán y gestionarán sus propias emociones de una forma sencilla y divertida, así como las de los demás.
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